Capítulo ?: NYSM
Restaurado Imperio Diplomático Méxcio-Tenochtitlan, Distrito
Federal
(99.28ºO, 19.34ºN)
15:35 - 24/nov/2010
Fiorella
maneja hacia su escuela en un estado reflexivo; las preguntas de su
extraña huesped no dejaban de darle vueltas en la mente; el discurso
detrás de ellas, la lógica requerida para llegar a las conclusiones
era poderosa e infalible; la perspectiva con que Lin miraba el mundo
escapaba aún de la comprensión de la joven ingeniera quien ponía
todo su empeño en redactar respuestas válidas en defensa de la
humanidad.
-Y yo que siempre me he quejado de nosotros los humanos, ¿ahora
estoy defendiendo nuestros usos y costumbres? ¿Cómo se supone que
haré eso? ¿Por qué quiero hacerlo?... ...¿Quiero hacerlo?
La joven estudiante de ingeniería prestaba atención mecánica a sus
labores en tanto su mente intentaba descifrar las reglas de un juego
que parecía haber podido costarle la vida más de una vez y que, muy
a pesar de lo intrigada y emocionada que estaba por jugarlo,
representaba un desafio a sus ideales e inteligencia que no podría
igualar nunca en la vida. -Es tan frágil, puede desaparecer como
llegó, y nada puedo hacer. ¿o si?
La interacción con Marie en alguna de sus clases siempre lograba
levantarle el ánimo y distraerle de los a veces oscuros rincones de
su pensamiento, sin embargo aquel alivio era temporal, como aquél
que Isis también sabía darle.
-¿Qué te pasa Fio? Estás como ida. ¿Tienes algún problema?
-No es nada Marie, meramente estoy pensando en cómo arreglar el
mundo como siempre.
-Entonces cada vez estás peor de loca amiga, porque es la primera
vez que tu filosofía te deja una mancha de salsa en la blusa.
-¡¿Qué?!- Se pregunta la aludida con un pequeño sobresalto pues
ciertamente se había ensimismado al punto de dejar caer un bocado de
comida de su prolongadamente estático tenedor. La mancha verdosa
sobre su brillante amarilla blusa no era del tipo que pasara
desapercibida, por lo que tras fallar en limpiarla con una servilleta
su lenguaje corporal la delata buscando otras soluciones de manera
casi cómica.
-En serio te pasa algo, llevas una camisola en la cintura tontita,
manera en la que has vestido desde que te conozco.- La francesa
continua en su tono gentil voz con una sonrisa amable pero una clara
mirada de preocupación. -¿Tu familia?
Fiorella cruza y fija su mirada en la de su amiga, se sabe
acorralada.
Los años de su amistad no habían pasado en vano pues conocían
mutuamente la mayor parte de las dificultades en la vida de la otra,
sus expresiones, sus ideales y hasta sus miedos.
La joven aspirante a economista admiraba el temple de la desaliñada
y aveces hasta varonil estudiante de ingeniería puesto que parecía
que nunca nada la sacaba de quicio, la asustaba o la deprimía,
excepto claro la disfuncional relación con su familia más cercana,
principalmente su madre; pues solamente en situaciones que la
involucraban a sus parientes la había visto flaquear y titubear.
Fio sabía que era demasiado tarde para una mentira a medias, si su
mejor amiga le había mencionado el tema de su vida que se acercara
más a ser un tabú es que sus pensamientos habían escapado ya de
contención.
-No, no es sobre ellos, es un asunto completamente distinto en
realidad...-Expresa la chica de anteojos mientras se coloca la
camisola y deja caer sus hombros. -Sin embargo, no sé cómo...
-¿Isis está involucrada?
-No, no ella...- Hace una pausa al mirar la creciente preocupación
de su amiga. -Con ella todo bien, de verdad, estamos muy bien, es muy
divertido tenerla de roomie. Así que no te preocupes, no es algo
grave y disculpa que te asuste. Estoy bien.
-Sabes que cuentas conmigo, para lo que sea que pueda ayudarte, no
dudo que seas muy capaz e resolver todo tú sola, pero a veces el
resultado es mejor o menos desgastante si se hace con ayuda.
Aquellas últimas palabras eran una cita de algo que la propia
Fiorella le hubiera dicho a su amiga alguna vez años atrás por lo
que le caen con un sabor agridulce que sin embargo le reafirma por
completo su amistad.
Dirigiendo con cierto alivio una sincera sonrisa, Fio le toma la
mano a Marie por sobre la mesa y le agradece sus palabras para luego
reanudar su comida con charlas mucho más frívolas que concluyen en
un plan para salir juntas el fin de semana.
Horas más tarde camino a casa la joven conduce precavidamente para
poder así dirigirse un monólogo que se extiende cuanto el tráfico
le permite.
-Marie e Isis son extrovertidas, piensan poco antes de decir las
cosas, simplemente las dicen, obedecen sin embargo reglas básicas de
convivencia para evitar lastimar u ofender, son divertidas, son...
naturales. ¡Esa es la diferencia!- Dice en crescendo para si la
joven conductora mientras recorre su habitual camino a casa -Fio,
Fio, cuadras demasiado tus palabras a lo que crees que te van a
responder, siempre intentas adelantarte a las respuestas, eso no va a
funcionar con ella, no le vas a ganar, no la entiendes- Continúa
esta vez disminuyendo su volumen y su emoción. -No la entiendes...
Dolor, mareo, hambre, sed, frío, el cuerpo de Sergei no hace más
que darle malas noticias su mente se encuentra devastada al saber que
su presa en realidad nunca lo fue, sus condecoraciones y logros
parecen derrumbarseante su mirada en el negro vacío de la cueva en
que La Mantícora parecía mantenerlo cautivo , se trata de refugiar
en sus hazañas del pasado, busca incluso creer que la creatura le
miente, quiere despertar repentinamente creyendo aquello era
solamente un sueño causado por su autoinflingida odalía, que la
falta de sueño y su obsesión eran la causa, lo deseaba al punto de
murmurarse a ratos “despierta”, pero no era así, el gélido
abrazo del viento de Siberia le recordaba la realidad, la ausencia
total de sonidos en la cueva no le podía garantizar la creatura no
estuviese allí, observándolo, sin embargo se sentía idiota para si
quiera reanudar la conversación con ella, las últimas palabras que
había pronunciado le habían caído como un peso inamovible que lo
clavaba en el suelo y le sellaba los labios, finalmente logra escupir
quedamente palabras que le pesan, que se arrastran sobre su cuerpo
aumentando el ficticio peso.
-No te entiendo, creí que lo hacía…
-¿Para qué quieres hacerlo?
-No lo sé, porque te admiro, porque eres imposible, porque tú…
eres… tú.
Un silencio se prolonga entre ambos mientras él ignora por completo
la causa y la oscuridad no hace más que añadir incertidumbre.
Sin ruido alguno de la cueva emerge Linhhn-i, su mirada dubitativa,
la luz de la Luna baña su desnuda silueta decorada por emergentes
plumas azules que resplandecen bajo sus brazos y en una larga cola,
sus músculos adelgazan volviéndose delgados como si hubiera a penas
hueso bajo su piel mientras las plumas crecen alcanzando gran
longitud y su color se oscurece hasta que el azul se convierte en un
reflejo sobre una superficie prácticamente negra, su rostro se
estrecha y su cráneo se alarga de a poco, su antes humanamente
escultural torso se reduce a un visible costillar carente de senos.
En el interior de la cueva Sergei el extenuante silencio se rompe
con un silbido grave y potente que se hace acompañar por una ráfaga
de helado viento, ya por curiosidad, o por instinto él sigue a gatas
y tientas el origen del viento consiguiendo así salir, lo recibe el
paisaje desolado de la tundra y el silencio sepulcral del mismo, no
hay rastro de la creatura, por un momento se siente tentado a
llamarla de un grito, pero se percata que no sabe qué palabra usar
puesto que ella no tiene nombre, repara en gritar por auxilio también
temiendo la ira de La Matícora.
Llegar a casa le ofrece poca tregua a sus pensamientos, Fiorella
sube las escaleras como si cada peldaño simbolizara una pregunta sin
respuesta, la rítmica y alegre música proveniente del cuarto de su
compañera es una distracción que no se puede permitir, avanza con
pesadez hasta su recámara donde deja caer su mochila con a penas el
menor cuidado que la computadora en su interior requiere para luego
desplomarse bocabajo sobre la cama, suspira fuerte contra las telas
que le responden calentándose sobre su rostro, pasa casi una hora
antes de que dé nuevamente señal de vida. Como propulsada por un
resorte salta y corre a su escritorio a encender la computadora allí,
sus manos ágiles teclean una lluvia de caracteres que tras unos
minutos la dejan pasmada ante el hipnótico parpadeo del cursor al
final del texto:
“Conocí a un extraterrestre, él es sabio, astuto, muy
inteligente y aprende muy rápido, ¿Cómo le explicaré el mundo,
las costumbres, defectos y virtudes de la humanidad? ¿Cómo hago que
se interese por saber más? ¿Cómo hago para mantenerlo interesado
en...”
-Mi charla…- Tras un largo momento de contemplación borra el
texto, comienza de nuevo.
“Si ustedes conocieran a un extraterrestre que saben es mucho más
inteligente y sabio que un humano, ¿qué le preguntarían?, ¿de qué
charlarían con él?”
Ágilmente vuelve a borrar.
“¿Qué le dirían a dios si les preguntara sobre la humanidad?
¿es buena, es mala...”
El silencio vuelve por un momento más, esta vez también con la
intención de borrar el dedo de Fiorella se queda suspendido sobre la
tecla.
-No, no no...¡ah!- Refunfuña frustrada dejando caer el índice
sobre la tecla de borrar hasta acabar de nuevo con una caja de
comentarios vacía y ese tintineante cursor que ella siente como un
desafío. -Fiorella, es tu problema, no el de Internet, eres tú
quien quiere que se quede porque eres una egoísta acaparadora...-
“...egocéntrica, maniática del control e insegura de si misma
que no sabe cómo hacer amigos y quieres hacerte amiga de la persona
más imposible del mundo para tener una pinche amistad porque
básicamente es dios y su existencia es imposible y tú eres
aburrida, común, normal y lo mejor que podrías hacer es simplemente
resignarte a que eso no va a cambiar y tu vida va a seguir con o sin
LIN!!!!!!!!!!!!!!!11!!!!!!!!!!!111111 fdgksfgjádi+açf”
Abatida por el peso de su propio monólogo convertido al vuelo en un
texto se levanta de su silla para mirar por la ventana, un instante
más tarde entra su compañera de casa alegremente.
-¡Vamos a cenar!
-Hola Isis, ¿Qué plan tienes?- Contesta la joven que miraba
perdídamente el horizonte.
-Quiero unos tacos de los de la casa azul- Dice quien irrumpiera
mientras merodea a espaldas de su interlocutora llegando hasta
sentarse ante la computadora. -”...eres una maniática del...”-
Lee las letras de la pantalla lo que alarma y hace a Fio reaccionar
de inmediato para correr a apagar el monitor.
-¡No leas!
-Perdón, no sabía que tenías tu diario “nerd” en tu
computadora- Contesta la rubia sin dar mayor importancia. - ¿Tacos?
-Vamos por tus pinches tacos.- Replica Fio aliviando de a poco el
sobresalto.
-Tú pagas por decir groserías en este hogar de buenas costumbres.-
Isis se levanta alegremente y con aire triunfal.
Sergei calculaba por cuanto la Luna se había movido que llevaba
casi una hora tendido a la entrada de la cueva cuando la silueta
alada y esquelética de su captora desciende ante él cargando con
las garras de los que fueran sus pies una canasta con papas y pan así
como un rollo de cobijas.
-¿Qué necesitas para encender fuego?- Dice casi imperativa la
creatura de inhumana apariencia.
-Madera...seca…-Titubea él.
Sin decir otra palabra la aviar presencia deja su carga y alza el
vuelo de nuevo.
Reparando
por un instante como si hubiera querido decir más el hombre se
apresura a tomar las cobijas y la canasta para luego entrar a la
cueva unos pasos adentro, donde ya no había nieve; se envuelve en
las cobijas mientras da mordidas a una hogaza de pan, “un dolor
menos” piensa para sí.
Al
cabo de un rato la silueta de “La Mantícora” aparece en la
entrada de la cueva otra vez, el único espectador presta gran
atención a los detalles, la silueta aviar cambia de vuelta a la de
una joven mujer, el brillante contorno bañado por la Luna hace que
aquello luzca mágico para él, un hombre que se jacta de vivir
puramente de la razón y la lógica se descubre a si mismo sintiendo
una presencia divina e imposible ante si.
-Seguramente
así es como luce dios- Dice quedamente mientras el sonido huevo de
algunas rmas y finos troncos al caer resuenan en los muros de piedra.
Los minutos que le toma a Sergei encender el fuego se diluyen poco a
poco en las horas de silencio que le siguen, ella contempla sin gesto
alguno cada acción, él hace lo posible por evitar devolver la
mirada.
-El humo hará que alguien venga…
-Es probable, pero no buscando a “La Mantícora” porque yo no
uso fuego, te buscarán a ti y les dirás que he muerto que me
mataste.
-¿Qué?, No hay manera en que ellos crean eso.- El hombre toma otro
pan, la joven, una papa.
-Tienes
que convencerlos, quiero que dejen de perseguirme para siempre y
ahora sé que la única manera es que me crean muerta, así que
puedes hacer lo que te digo.- Sin pausar la voz femenina cambia para
imitar perfectamente la de Sergei -...o simplemente voy a hacerme
pasar por ti luego de pulverizar hasta el último de tus huesos para
que no puedan encontrarte a ti.
-¿Por
qué no lo hiciste así antes? Te he visto cambiar antes pero nunca
dejas de ser…
-¡Porque detesto ser humana!- Interrumpe ella con su propia voz.
-Lucir humana, darle importancia a los humanos, convivir con ustedes
me repugna. Yo soy yo.
Un
silencio ocurre, la mirada de la mujer salta entre enojo y reflexión,
escucha en su mente una y otra vez las palabras de aquél a quién
llamó “padre” como en otras ocasiones, “Tú eres tú”, pero
en esta ocasión la cálida voz de Fermín se alternaba con la
delirante y tenue voz de un Sergei al borde del desmayo. Sabía que
no había similitud, que los individuos no podían ser más
diferentes pero también sabía con seguridad que ambas ocasiones se
trataba de palabras honestas llenas de sentimientos complejos, sus
agudos sentidos y su privilegiada memoria le recordaban a detalle los
aromas, sonidos y los más tenues gestos de cada uno de esos
momentos, los años de escuchar a sus padres mentir ante otros y
serle honestos a ella la habían entrenado para distinguir más allá
de las palabras las intenciones de los humanos. Se levanta y sale a
la nieve, camina, mira la Luna, mira los árboles y aguza el oído
vigilando los alrededores, pero nada la aleja de ese pensamiento
positivo sobre los humanos que tanto desprecia.
Ágil
y silenciosa Lin salta por los tejados siguiendo y escuchando a
Fiorella e Isis quienes a píe van en busca de la cena, su
conversación mundana sobre sus actividades del día, la larga lista
de pretendientes de la rubia y la corta lista de amigos de la
ingeniera, nada de particular interés para la oculta observadora, al
menos no en sus palabras, eran las reacciones en sus cuerpos lo que
ella buscaba, entender el lenguaje humano más allá de las letras,
ese que ni ellos mismos conocen pero que para ella representaba la
única honestidad que aquellas creaturas podían ofrecer.
Las imposibles acrobacias de la espía terminan en el techo de una
casa de tres pisos desde donde observa a las dos jóvenes llegar a un
bullicioso local de comida a pié de calle frente a su puesto vigía,
aromas de aceite, carne, basura, sudores, especias y tantos más
llenan su nariz, no le es nuevo pero una mueca denota que tampoco le
es grato, luego su atención se alterna entre sus objetivos y los
otros comensales de quienes analiza cuanto puede, ninguno luce
peligroso o violento, en ese momento al menos, no hay rastro de esa
crueldad inherente pues a pesar de que la carne que comen es de un
animal que sufrió en vida, parecen simplemente ignorarlo, no pasa
por sus mentes.
-Quizá
no son solamente malignos, más bien son casi siempre tontos.- Se
dice a si misma.
La
valerosa joven que había defendido a un gato sin saber que
arriesgaba la vida era una más en la multitud, nada la hacía
extraordinaria en aquel momento ante el juicio de LINHHN-i.
Un
par de horas más tarde de vuelta en su casa Fiorella e Isis
comienzan sus rutinas previas al sueño en sus respectivas
habitaciones sin saberse bajo escrutinio, la ansiedad de la primera
el mayor interés.
Desde
el tejado, recostada mirando el cielo como en otras ocasiones, Lin
cuenta las pausas largas en el movimiento y los suspiros de la humana
con quien había decidido abrirse, le escuchaba arrastrar los pies y
economizar los parpadeos, su manos inquietas rascando y rozando sus
cabello, su rostro quizá, entre si, las almohadas; su cuerpo
cambiando de posición una y otra vez; espera eventualmente poder
entenderla a través de esa honestidad biológica.
Por
la mañana Fiorella se sale en su regular itinerario, pero se detiene
a penas cierra tras de si la puerta pues en las escaleras de salida
mira a Lin sentada siete escalones abajo mirando en la dirección
opuesta pero claramente esperando a su anfitriona; titubeando
continúa su camino.
Seis
escalones, “¿Cómo la saludo?”, la joven de gafas mira a la otra
quien ni se inmuta; cinco escalones, “¿Será que...?, no, seguro
que sabe que estoy bajando, no seas tonta”, instintivamente revisa
llevar su celular y llaves del auto; cuatro escalones, “¿Me pedirá
que falte el día de hoy? ¿querrá hablar?”, percatándose de que
está bajando despacio acelera un poco sus pasos; tres escalones,
“¿Habrá
ocurrido algo?,
ajá,
y necesita tu ayuda, ingenua”;
dos
escalones.
-Hola
Fio.
-Hola.
Un
escalón, “Viene a despedirse...se acabó, fallé”.
En
un movimiento preciso, a los ojos de la espectadora parece incluso
ensayado, la mujer de negra cabellera enmarañada se levanta, acto
seguido dirige la mirada atrás para cruzarla con la otra presente.
En
el mismo escalón se miran dos personas, una con miedo al rechazo
inminente, la otra con un gesto que toma por sorpresa a la primera,
una cálida sonrisa franca, simple, amistosa, “¿Te quedarás?”,
se pregunta Fio en un instante en que no entiende nada, de esos que
se han hecho constantes desde la aparición de la misteriosa fugitiva
imposible.