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18 ago 2014

Linhhn-i - Capítulo ?: Fugitiva

Capítulo XII: Fugitiva

Ak dovurak, Rusia
(90.55ºE, 51.17ºN)
19:11 - 08/sep/1979

    La helada tarde daba paso a la noche en el pequeño poblado, aislado por su distancia a Moscú, la vida rural soviética era dura para los habitantes que sin embargo apacibles vivían su realidad.
    Por la calle, inadvertida por la mayoría, caminaba una joven de cabello rubio erizado, vestida hasta medio rostro con prácticamente harapos, avanzaba con desinterés en sus pasos, sin embargo observando en todas direcciones con sus brillantes ojos azules que denotaban una mirada intranquila, para cuando llega a un pequeño callejón se interna en él tras escudriñar los alrededores asegurándose de no ser vista, una vez al fondo del estrecho pasaje se sienta y de entre sus ropas saca un conejo muerto el cuál sin reparo alguno comienza a devorar, velozmente termina con el animal incluidos los huesos dejando a penas algunas gotas rojizas en el húmedo suelo, chupando luego de sus dedos y labios hasta el último resto de sangre. La joven se acurruca y se queda estática con uno de sus ojos abierto mirando justo hacia la entrada del callejón.
    En una pequeña base militar cercana varios soldados de alto rango se encontraban discutiendo reunidos.
     -La Mantícora fue avistada al este de Ak dovurak, ¿no es así camarada Okhotnikov?-Asegura uno de los presentes señalando con la mirada a quien pareciera el único sin uniforme.
    Alto, esbelto y relativamente joven el hombre al que se referían vestía una larga gabardina beige que lo distinguía de los demás presentes.
    -Así es camarada, rastreamos a la Mantícora teniendo con ella al menos 5 enfrentamientos en los cuales hubo un insignificante número de bajas, sin embargo nuestros esfuerzos por capturarla han sido en vano por esa misma razón, estamos distrayendo mucho al personal en la supervivencia del equipo, por lo que yo sugeriría, les dejaran claras las prioridades a sus elementos- Afirma con seguridad el señalado.
    -¿Está sugiriendo que las vidas de los soldados carecen de valor?-Responde otro de los uniformados con cierta molestia.
    -En comparación con el costo del proyecto y las pérdidas hasta el momento, si, eso estoy afirmando, la Mantícora es un muy valioso objeto para esta nación, por lo que no debemos seguir escatimando en esfuerzos para capturarla, y eso no es fácil dada su capacidad para mimetizarse, la hemos visto con al menos cuatro apariencias completamente diferentes-
    -¿Cómo está seguro de que la ha visto entonces?-
    -Eso es mi trabajo, y si se lo dijera les dejaría de ser útil, y todos sabemos lo que pasa con quienes no le son útiles a la madre patria, si a mi no me creen, pregunte a los soldados que han sobrevivido por qué la han llamado Mantícora. Ahora, si me disculpan, seguiré con mi trabajo-
Sergei Okhotnikov, un detective militar famoso por su habilidad para seguir rastros invisibles se encontraba buscando por ordenes del gobierno Ruso a la creatura que años antes hubiera escapado de una de las instalaciones más secretas y seguras de la nación, al cabo de dichos años ya se había encontrado cara a cara con ella una docena de veces en las cuáles su interés había crecido, la búsqueda prácticamente se había convertido en una obsesión para él, más de una vez habían intentado reemplazarlo por otros detectives, sin embargo ningún otro había siquiera podido dar con la Mantícora, como recientemente nombraban al ser producto del experimento LIINHHN-i.
    A lo largo de sus encuentros había aprendido algunas formas de acercarse a la creatura sin ser detectado por sus agudos sentidos, rociarse con secreciones animales, pastillas que alteraban su ritmo cardíaco entre otras, mismas que mantenía en secreto del resto de los perseguidores dando así resultados que otros no habían logrado, y ese día no fue la excepción.
     Terminado su ritual sale en un automóvil particular con dirección a Ak dovurak guiado por nada más que meras corazonadas.
     En el pequeño poblado la joven seguía descansando cuando las risas de un niño la despabilan aún cuando provenían de el interior de alguna de las casas al rededor, imperceptibles para cualquiera, los demás ruidos que escucha en aquella dirección le indican que la casa estaba siendo dejada por todos su habitantes, por tal motivo ágilmente salta al tejado y corre hacia el lugar entrando con gracia felina por una ventana, rápidamente escudriña las habitaciones en busca de ropa la cuál se lleva sin dejar mayor indicio de su presencia.
    Sergei entra al pueblo dejando su auto para luego comenzar a caminar al azar entre las calles, mirando con discreción en todas direcciones, escudriñando los detalles de las personas con quien se cruzaba.
    -¿A dónde te diriges?, ¿Por qué te detienes en algunas ciudades?, ¿sólo para robar ropa?, no creo, hay algo más- Se dice a si mismo el detective imaginándose charlar con la creatura a la que buscaba.
En el tejado de la casa que acababa de atracar la joven se desvestía ajena por completo al gélido clima, mientras lo hace mira en todas direcciones termina de vestirse con las prendas robadas que a primera vista le ajustan poco, sin embargo tras unos pocos pasos su cuerpo cambia algunas tallas para hacer que tal diferencia desapareciera.
    A pocas cuadras de allí el detective entregaba en la calle algunas monedas a una mujer.
    -¿Sólo tengo que gritar y luego usar el silbato señor?- Pregunta ella desconcertada por la petición que se le había hecho.
    -Si señora.
   -Espero que su perro aparezca señor- Contesta la mujer dando luego unos pasos.-¡Fermín, te estoy llamando Fermín, hazme caso!
    Las palabras cruzan por las calles perdiendo fuerza, pero no desaparecen para el agudo oído de la chica en el tejado quien siente las mismas recorrer todo su cuerpo como un escalofrío, dubitativa se queda pensando un momento para luego bajar a nivel de calle y caminar hacia el lugar en que se habían escuchado.
    Desde una esquina Sergei observa las calles discretamente percatándose así de una joven rubia de media complexión y ropas sencillas que aparece lenta y casualmente como buscando algo, luego de unos instantes comienza a caminar por la calle con seguridad y sin prisa, a pocos pasos voltea en dirección a la mujer con quien el detective hubiera hablado antes, ésta soplaba fuertemente en un silbato que parecía no producir ningún sonido. Sin prestar mayor atención la joven sigue su camino.
    El detective espera pacientemente hasta que la chica se aleja y se acerca a pagar a la señora y recuperar el silbato.
    -No te va el cabello rubio, aunque agradezco la suerte de volverte a ver- Comenta para si el hombre mientras discretamente comienza a cortar distancia con su objetivo.
    Por algunas calles caminan hasta que la joven perseguida se detiene frente a un local dedicado a los productos para mascotas, poco dura estática para después decidirse a entrar. El modesto lugar saturaría los sentidos más normales con aromas de alimento para animales sin embargo, extraño para el tipo de tienda, no había una sola jaula o pecera.
    -Buenas tardes- Comienza la joven. -Quisiera saber por qué no hay animales en su local- Su voz era casi melódica, pero su tono algo arrebatado, ligeramente agresivo.
    -Buena tarde, bueno señorita, como verá no tengo las condiciones para tener animales aquí- Contesta el hombre encargado causando un esbozo de sonrisa en la potencial clienta. -Es muy pequeño mi espacio para las jaulas, y...- Intenta continuar el sujeto cuando se percata de que la joven se retiraba.
    Frustración casi iracunda se notaba en el rostro de la chica mientras se alejaba con largas y apresuradas zancadas del lugar, su perseguidor por otro lado se queda unos momentos parado frente al lugar tratando de explicarse el porqué de aquella breve visita, reanudando pronto su persecución terminándose escasos minutos después cuando la joven entra a una pequeña fracción de bosque que cruzaba por un costado del poblado dividiéndolo, allí el último indicio del detective son algunos movimientos en las copas de los árboles, algo que ya había presenciado pues, la Mantícora, como él la llamaba, parecía tener preferencia por descansar en lo alto de los árboles así que sin demostrar atención al hecho continúa de largo su camino sin acercarse.
    Estando a por lo menos un kilómetro del lugar el detective entra a un pequeño merendero con bastante ruido y saca de sus ropas un radio.
    -La tengo localizada, pero se encuentra en un área muy abierta, una franja de boscosa al sureste de Ak dovurak, el poblado es pequeño, pero requeriremos de muchos elementos para intentar cercarla, y si me lo pregunta, incendiar parte del bosque, no creo que tengamos más que unas seis horas antes de que se mueva y volvamos a perderle, solicito un equipo de francotiradores, debemos distraer su atención antes de proceder con la movilización o se percatará, artillería de alto calibre.
    Escasas 2 horas más tarde un vehículo militar con cuatro tiradores profesionales es recibido por Sergei quien los persuade con múltiples ademanes a apagar el vehículo.
    -Son unos idiotas, ¿Que no entienden que conoce el sonido de éstos autos?, ahora, si ella sigue en el bosque necesito que se ubiquen en estas posiciones- Comenta con claro disgusto mientras muestra un mapa a los recién llegados. 
    -Necesito disparos simultáneos, sólo tendrán una oportunidad, y deberán apuntar exclusivamente a la cabeza, cuando jalen del gatillo la creatura escuchará las detonaciones y reaccionará antes de que las balas lleguen, ténganlo en cuenta, pues no es como un objetivo humano, sabrá exactamente desde qué dirección le están disparando y se agazapará como lo hace un gato, disparen pensando en eso, aquí hay una fotografía, borrosa y lejana pero les dará una idea de la posición que toma cuando se siente amenazada, en esa ocasión todos los disparos fallaron pasando muy por encima del blanco, prevean ésto o les aseguro que fallarán. 
     -Continúa él dando cuanta instrucción consideraba pertinente. 
   -No es lo que parece, que su apariencia no los engañe, se encuentra aproximadamente en esa dirección- Señala y luego comienzan todos a moverse a los puntos acordados desde donde rastrean las copas de los árboles de la cercana franja de bosque localizando en breve la silueta de la joven rubia sentada en una rama recargada en el tronco de un árbol que la alzaba a más de doce metros del suelo y sin embargo parcialmente oculta por las ramas y troncos de otros tantos árboles a su alrededor, la creciente oscuridad descubría sus brillantes ojos que resplandecían con el más mínimo destello de luz.
    Un par de tiradores que miraban a la creatura discutían sobre su apariencia.
    -¿Esa es la Mantícora?, me parece una jovenzuela común.
    -Muy común dormir en un árbol en el frío de las planicies, ¿eres idiota?
    -Ya lo sé, pero los camaradas la describen como de enormes garras y colmillos, ¿no podría ser un error?
    -Explícale al Sargento si tan convencido estás, yo sólo sigo órdenes
    Por las radios se escuchan los avisos de que las fuerzas de tierra se estaban colocando en un perímetro de casi un kilómetro del bosque; en un par de horas casi tienen rodeada la franja.
    Desde las miras telescópicas de los tiradores, los únicos con contacto visual de la extraña joven, no se percibe alteración en ella quien reposaba cerrando alternadamente por largos ratos los ojos.
Sin haber notificado de sus propios movimientos al resto de los involucrados, Sergei se acerca al borde de la población armado con a penas un radio, un revolver y nos binoculares para mirar a la distancia a su elusiva presa.
    En el semblante del investigador se percibe determinación, paciencia; sus años tras La Mantícora le habían enseñado ya que la tarea no ocurriría sin intensa preparación y algo de suerte, pues aquella creatura en apariencia inofensiva había asesinado a centenares de soldados armados y entrenados, había arrasado con convoyes completos en minutos; él mismo había presenciado una de aquellas masacres salvado entonces por un golpe de suerte, se había ocultado fingiendo haber sido abatido a escasos centímetros de un soldado moribundo, pues aunque la feroz creatura no daba tregua contra quienes la amenazaban, rara vez corroboraba la muerte de sus contrincantes, dándola por hecho en muchos casos en los que les veía agonizar.
    En más de una ocasión él parecía haber sido el único capaz de presenciar las imposibles proezas del ser sin morir: saltos irreales, carreras tan veloces que vencía las máximas capacidades de los motores de automóviles, contorsiones indescriptibles, rugidos ensordecedores; pero nada le había fascinado tanto como su mimetización, en segundos sus facciones, estatura, su complexión y hasta su color de cabello, ojos y piel, cambiaban para convertirla en una persona completamente distinta; reconocerla tras un cambio como ese era algo que solamente Sergei había logrado; el fundamento de su éxito, esa habilidad que ni siquiera él se podía explicar del todo.
    Su firme postura ocultaba por completo sus sentimientos encontrados, su miedo al saber lo que aquel ser era capaz de hacer, respeto al verle como un reto al que era digno enfrentarse, orgullo como cada ocasión en que encontraba a tan escurridizo blanco, nerviosismo por su incapacidad para orquestar como quisiera a los temerosos pero arrogantes soldados, adrenalina al imaginar que esa podría ser su encuentro definitivo con Linhhn-i.


    Los escasos últimos rayos de sol entraban por la ventana del cuarto de Fiorella quien desde su silla tras el escritorio miraba a Lin quien desde la terraza observaba de manera solemne al astro rey desapareciendo en el horizonte.
    Los ojos de la joven residente desbordaban curiosidad, su firme pose contemplativa se rompía por instantes en los que casi reunía las fuerzas para hablar, un “casi” que concluía retomando su posición.
    -Y...dime, la chica del retrato, ¿es como tú?
   -¿Retrato?-
   El cuestionamiento de la visitante toma por sorpresa a su interlocutora quien titubea tras su automática pregunta. Lin pasa su mirada a Fiorella para luego dar unos pasos al interior de la habitación, dentro señala una fotografía colocada sobre un corcho, en ella aparecían Fiorella y Marie de hace algunos años.
   -¿Marie?...bueno, ella...es muy buena, y muy amigable...quizá...
   -Me cuesta trabajo creer que seas la única con creencias así, los humanos no suelen ser únicos, se agrupan, por su color, por sus miedos.
   -Pasando por alto que eso puede ser considerado como ofensivo, debo decir que entiendo de qué hablas, pero no, en realidad discuto mucho con otros humanos por mis ideas, muy pocos coinciden con ellas.
   -¿Y dónde están esos otros?
   -¿A qué te refieres?- La pregunta parecía haber golpeado a Fiorella en el pecho.
   -¿Por qué no se agrupan? ¿por qué todos esos que piensan como tú no están cerca?
   -Pues ellos...no...muchos sólo los conozco por Internet, no sé quienes son en realidad sólo sé sus ideas y...
    -¿Esa máquina frente a la que pasas todo el día es Internet?
   Por un momento aquella pregunta parece infantil a los oídos de la estudiante de ingeniería, sin embargo rápidamente se contextualiza e incluso se siente aliviada al desviar la atención de aquél tema anterior que había dejado en ella un sabor amargo.
   -Pues si y no, en realidad el Internet es el conjunto de muchas máquinas como ésta en todo el mundo, casi todos los aparatos modernos son parte de Internet.
   -Es decir que en ella puedes ver lo que pasa en otra máquina igual en otra parte del mundo, ¿como el teléfono?
   De nuevo, la primera impresión de Fiorella sobre el cuestionamiento es su aparente infantilidad, sin embargo, una ágil reflexión de la joven le hace entender que aquella analogía de hecho era en buena medida válida.
   -Si, se parecen un poco, aunque pueden comunicarse varias máquinas a una sola, y viceversa; así como que pasan más cosas que solamente voz.
   -Ya veo, ¿y ver todo eso que ocurre en otras máquinas del mundo amerita horas de tu tiempo? ¿No podrías ir a verlo por ti misma? ¿Reunir a las personas que están en aquellas máquinas?
   El encuentro era ya impredecible para la habitante de la casa quien sucumbe ante el por demás lógico cuestionario de su visitante.
   Cada pregunta parecía cimbrar algún fundamento del comportamiento de la anfitriona que luchaba por no debatir, por no perderse en respuestas que ella misma dudaba tener en ese momento. La mirada de la visitante sin embargo no era inquisitiva, de pronto pareciera no tener prisa alguna en escuchar respuesta.
    -No soy muy buena para charlar, ¿cierto?- Dice la joven de ojos ámbar regresando a la terraza para contemplar la joven noche en el horizonte. -No sé qué caso tiene; no del todo.
    Esas últimas palabras le traen un pesimismo difícil de ocultar a quien las escucha; quien no tiene si quiera tiempo para reaccionar antes de escuchar la continuación.
    -Quiero entender por qué mi padre me pidió que contara mi historia; solo sigo su instrucción por honrar su memoria pero no veo el caso de que lo haga, ¿hará cambiar a los seres humanos? No lo creo, les he visto cometer los mismos errores incontable número de veces, pareciera que no aprenden como los demás animales, sé de sus capacidades cognitivas, sé que su capacidad cerebral es distinta a la de otros, pero parece que solo un puñado de humanos lo usan para aprender de sus errores, y además parece que todos los demás los odian por hacerlo. ¿Por qué se envidian tanto unos a otros? ¿Cómo es que no entienden que son iguales? ¿Por qué olvidaron lo que es una manada? ¿Un ecosistema? ¿Para qué tienen palabras para cosas que no entienden?
    Aunque el discurso crece apasionado el semblante distraído de quien lo pronunciaba no se altera mucho; contrario al de quien la escuchaba pues su gesto variaba con cada palabra, Fiorella parecía sumirse cada vez más en los pensamientos provocados que revoloteaban sin control en su mente.
    El silencio se prolonga un rato, despejando su propia duda la joven de gafas se decide a hablar.
    -Dices bien, no entendemos, pocos humanos entienden de verdad el mundo, pero hemos llegado a ser tantos y hemos complicado tanto las reglas de supervivencia para nosotros mismos que la mayoría pasa todo el tiempo usando su cerebro para nada más que sobrevivir.
    -¿Y de qué les sirve ser tantos si ese parece el origen de todos sus problemas? ¿Para qué se reproducen en tal medida?
    -No lo sé, el amor es algo que no manejo con mucha maestría que digamos.
    -No los entiendo, he visto a millares de humanos, he hablado con decenas, pero a penas a un puñado he decidido charlar y a penas unos cuantos parecen diferentes del resto.
   -¿Has hablado con más personas?
   -Todas ellas antes de ir al mar.


   Linhhn-i dormitaba sin aparente cambio, los segundos que Sergei la contempla le parecen horas. Al cabo de un minuto se lleva la radio cerca al rostro, presiona el botón de hablar con lentitud casi quirúrgica, habla:

  -A mi señal abran fuego: tres... dos... ¡ahora!

11 ago 2014

Fábula: Almas en el bosque - Parte 1

    El paraje de aquel bosque, tan denso y tan verde que era difícil de distinguir de una selva, era enmarcado cálidamente por la luz de los primeros rayos de la mañana.    Al pié de un enorme árbol de hojas similares a las de parra se hallaba una pequeña cueva hecha en parte por la tierra y en parte por el tronco del árbol; de ella emerge una joven zorrita de abundante pelaje rojo y blanco tan pristino que pareciera reflejar la luz del sol a lo largo de su cuerpo, desde su hocico punitiagudo como una flecha hasta la difusa y esponjada cola que agitaba lentamente como para alejar de si las últimas gotas de sueño y pereza; tras ella un joven coyote desaliñado al borde de lo cómico sale para contrastar su extraña apariencia con la elegancia de la primera creatura en salir; la mirada y gesto juguetones del coyote se antojan los de un bromista presa aún de la pereza del que recién despierta.
    La zorra y el coyote observan el amanecer juntos, cercanos al punto de acurrucarse por momentos una en el otro y viceversa.
    -Me gusta el sol del amanecer, pero también me recuerda el color del fuego que tanto me asusta.
    -A mi también, pero el fuego me recuerda el color de tu pelaje, así que se me quita el miedo.
    El diálogo concluye con la zorra dirigiendo una tierna mirada al coyote quien le devuelve una similar aunque enmarcada por una amplia sonrisa.
    Cual marcado por un inquebrantable rutina ambos se dirigen luego a un riachuelo que siguen hasta una caída de agua no más alta que los arbustos más altos; ella con gracia y él con alegría saltan hacia el pequeño estanque al pié de la caída para luego retozar en su poca profundidad por un rato durante el que algunos otros animales se acercan a bañarse o tomar agua.
    Los habitantes del bosque disfrutaban de una paz ininterrumpida desde hacía décadas, desde que un incendio había roto la calma previa de siglos.
    El momento es roto por un fuerte estruendo, un estallido, suficientemente fuerte para atravesar kilómetros desde su origen hasta el estanque en que los animales más pequeños reaccionan desapareciendo entre la maleza mientras los más grandes se colocan en posición de alerta volteando sus miradas al unísono en la misma dirección.
    -Ese sonido es el inicio de una terrible maldición.
    Advierte un anciano tejón cuya voz se diluye entre pena, dolor y vejez llamando la atención de todos los presentes.
    -De ustedes, quienes sobrevivieron al Gran Incedio, esperen algo mucho peor, fortalezcanse.
    Continúa el viejo sabio mientras otros animales le escuchan con creciente temor y preocupación en la mirada.
    -Yo vengo de un bosque lejano que la maldición de Las Bestias Sin Piel destruyó; un bosque en que árboles tan viejos como rocas temblaron de miedo por la aparición de esas abominables creaturas; mi manada de antes docenas quedó reducida a un puñado mientras tratabamos de escapar; a penas tres, los más jóvenes y fuertes entonces pudimos llegar hasta aquí.
    -Dinos si podemos evitarlo, si podemos detenerlo- Intercede el joven coyote.
    -Temo no saber la respuesta, y tener poca fe en que exista posibilidad alguna.
    Desde la distancia, aparentemente del mismo origen que el estruendo discutido, llega un nuevo sonido; un feroz rugido que interrumpe la conmoción causada por las palabras del tejón causando un solemne silencio.
    -"No", aquél oso dijo "no"- Afirma la zorra justo antes de lanzarse en carrera en la dirección origen de los sonidos seguida de inmediato por el coyote.