En las redes sociales la personalidad
puede morir asfixiada por el vicio de compartir, convirtiendo a una
persona medianamente interesante en un dron de clonación de ideas que,
quizá en conjunto reflejan parte de la unicidad de la misma pero de
manera fría distante y comercial, sin posible escape le convierten en
uno más de tantos usuarios.
La idea de compartir es buena,
del re-trinar y el re-publicar; pero un abuso en el uso de las
herramientas de clonación socava la individualidad de quien las utiliza,
por ello es sano tomarse, con relativa frecuencia, el tiempo de
escribir una opinión, una idea o un pensamiento muy propio más allá de
los breves y situacionales comentarios de escuetas ideas inmediatas sin
reflexión detallada, de tal suerte que se logre definir el quién detrás
del qué, que se pueda dar una mejor idea de quien es aquella persona a
quien se le otorga o no un grado de confianza a través de una relación
virtual.
Productivamente hablando, compartir cuanto se quiere y escribir a penas cuando se debe hace pensar la reflexión en términos de logros y metas, pues uno puede aprovechar su tiempo sólo de dos maneras: Produciendo o Consumiendo, en la medida en que eso sea balanceado la persona puede ser llamada creativa o vana. El divisar en el horizonte temporal lo que se quiere forzosamente implica un grado de creatividad y producción, por ello, lo sano es otorgarle cuanto tiempo sea necesario.
Producir y consumir en este contexto no tiene nada que ver con dinero, entiéndase más bien como que producir es el acto de crear y consumir el de ver, escuchar algo o cualquier forma de contemplación pasiva.
Para fines prácticos, sólo quien dedica más tiempo a producir que a consumir tiene posibilidades de romper un paradigma o hacer un cambio en una sociedad en que el consumo se promueve al grado tal que luce como la costumbre más adecuada y sana cuando en realidad se trata de un vicio por la pasividad.